Soledad Gonzalez*, desde San Marcos Sierra, nos invita a pensar: ¿cómo se construye la capacidad de intervenir en los asuntos públicos? Juana Luján nos muestra los rostros de las mujeres cordobesas que se organizan.

Hay un feminismo que disiente con la consigna o idea que el patriarcado se va a caer, disiente con el verbo porque caer presupone que está arriba. Podemos pensar que al patriarcado lo vamos a desordenar, sacudir y zarandear. Desordenar en los dos ejes vertical y horizontal. Lo jerárquico puede ser la lógica de una academia o una empresa, por ejemplo, que obliga a sus miembros a sumar créditos, pero no debe derramarse esa lógica a un Instituto que fomenta la cultura en un país diverso, crisol de naciones y pueblos. La estructura jerárquica y centrista ya no sirve para el diseño de un mundo diverso, las formas alternativas, que proponen el valor de la alternancia, sí.

Foto de Juana Luján

Las redes que caracterizan la llamada era de acuario, de los nacidos digitales y de los analógicos adaptados, se mueven de manera horizontal y no reconocen un centro. Así trabajan los medios libres, las radios cooperativas y formas asociativas comunitarias con intereses y valores en común. Siempre han existido estas redes o medios que trabajan por difundir el pensamiento y las prácticas de movimientos situados, autoconvocados, que están a favor de la tierra, por ejemplo, y en contra de su devastación. Lo característico es que buscan difundir conocimiento a través de las primeras fuentes, dan voz a quienes sufren el conflicto, a personas en situación de represión, no a los expertos que lo analizan.

En la voz situada aparece la ética de quien sufre de violencia. Que no es una víctima, sino quien se opone a la devastación. Es un modo de hacer circular la información y el conocimiento contrario a los grandes medios cuya lógica es transmitir la velocidad del acontecimiento, victimizar a quienes defienden sus derechos y bloquear la capacidad de comprensión y de hacer preguntas para mantener el control de la interpretación.

Necesitamos en la cultura y la comunicación esa ética profesional a favor de una manera horizontal, sin filtros, con voces diversas. Por ejemplo, en este siglo, recién ahora se acepta escuchar en grandes medios e instituciones del estado a quienes proponen miradas con perspectiva de género, por más que esas voces estén en la misma frecuencia hace 30 años o más. Y es gracias al escenario que propuso la ola verde.

El patriarcado se construye a costas de omitir y reprimir, sojuzgar la tierra y subsumir a la mujer y otros géneros que se perciben diversos al macho. En el Génesis, que los historiadores datan del 2500 a J.C. (1, 28), en la Creación justo antes del séptimo día se lee: “Y dijo Dios llenad la tierra y sojuzgadla”. A través de los siglos se ha construido una retórica ilegítima por el mero hecho de presuponer que representa a la mayoría o a las masas. No todos creen que hay que sojuzgar a la tierra. Es esa forma de legitimidad y representatividad del régimen patriarcal que hoy estamos desordenando. No es que se vaya a caer, es que así como viene ya no se sostiene.

En octubre de 1789, con la revolución francesa y la era industrial, se produce un estallido que trae como consecuencia el fin de un régimen y la implantación de otro. En esa época, la expresión “nobleza obliga” nombraba la colaboración monetaria que tenían que aportar los nobles ricos para calmar el hambre de los pobres. La causa era el gran sentimiento nacional y la proeza que significó instaurar un nuevo régimen, más libertario, pero lleno de idealizaciones y contradicciones como fue el sufragio universal solo para el universo masculino. Contradicciones e idealizaciones que no están resueltas, se reproducen, y dos siglos después tenemos que seguir revisando. Porque a las mujeres nos llevó más de 150 años lograr que compartan el derecho al voto y a las personas trans, más de 200, para poder votar con su género autopercibido, cuando lo logran. Este exceso de masculinidad en la política y la cultura no nos representa y la forma de representatividad de la que han gozado hasta ahora se ha vuelto ilegítima. Por eso pedimos cupo urgente. 

Fotos de Juana Luján

El cupo es un camino casi didáctico para recomponer decibeles de violencias naturalizadas por una cultura cuyas bases y voces masculinas quieren seguir siendo las más escuchadas. Pero como diría mi hija: “Aburrido”.

Pensando presupuestos culturales, el lenguaje está lleno de equívocos que buscan manipular la interpretación. Cuando usamos el adjetivo noble como puro, podemos revisar esa connotación de clase porque “nobleza obliga” designaba una especie de impuesto a las riquezas que en nada resolvía desigualdades y que resguardaba la posición de una clase dispuesta a vender títulos de nobleza a los comerciantes e industriales nuevos ricos, con tal de seguir mirando al mundo en disputa desde el palco del primer piso sin tener que mojarse gracias a una considerable limosna. Cuando, recientemente, una estudiante caracterizó los sentimientos de un personajes como nobles, le propuse reemplazar el adjetivo por otro modo que terminó siendo “menos egoísta”, lo que me atrevo a decir que no caracterizó nunca a la nobleza, en tanto clase social.

Los usos del lenguaje están llenos de contradicciones que recubren implícitos culturales como los que sojuzgan y menosprecian a la naturaleza y a las mujeres. Por ejemplo “crece como yuyo” para designar algo desordenado y amenazante, una plaga, algo malo que hay que combatir. Puede servir para caracterizar a la maleza que amenaza al monocultivo, la ola verde que sacude al patriarcado o la peperina que crece sola, se adapta, no necesita

Foto de Juana Luján

de maquinaria agrícola, ni agroquímicos, no conoce del progreso y tiene un perfume único.

Las redes solidarias como la peperina crecen como yuyo, empiezan a interactuar entre ellas, movimientos feministas, movimientos campesinos, movimientos a favor de la tierra y el medioambiente, movimientos de pueblos y naciones originarias. El viejo régimen que aún recubre la forma de partidos políticos, mayormente masculinos ya que los que votaron antes a sus representantes hombres fueron hombres, tiene la tarea urgente de abrir espacios para la circulación de las voces que han sido sojuzgadas y silenciadas, hace 200 años, 500 años y 45 siglos, si lo pensamos desde la palabra revelada en el Génesis.

La estructura de partidos como viene ya no es un modelo de representatividad, pero la apuesta hoy está en que a través de ministerios e institutos de fomentos de la cultura cambien las prácticas a favor de la equidad y la diversidad, a favor de las voces situadas que nos hablan desde una ética que desactiva la retórica cínica sin legitimidad y sin representatividad del viejo régimen. Así se construye hoy la capacidad colectiva de intervenir en los asuntos públicos. Un diseño de redes horizontales en diálogo con viejas estructuras partidarias para diseñar algo más plural y diverso, en contra de la maquinaria represiva, la devastación de la tierra y el monucultivo en la cultura.

Foto de Lilian Mendizábal

*Soledad González: Nació  y vive en Córdoba desde 1970. Es escritora, traductora, directora de teatro y docente. Estudió Lengua y Literatura y ha presentado su tesis de Doctorado en Letras en la Universidad Nacional de Córdoba, donde es profesora en Dramaturgia en la Facultad de Artes. Fue editora de la revista de artes escénicas
el Apuntador y colabora con diversas publicaciones nacionales de cultura y arte: Experimentabiz, LeeMateo, La Llave universal, Picadero, Intravenosa.También fue columnista de Cultura y Género en la  la radio comunitaria Garabato de San Marcos Sierras.Este artículo es parte de ese trabajo.